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Lisboa, (EFE).- «¡Nuestra señora nos bendiga!», pide el padre Nuno ante el micrófono. Lleva guantes y mascarilla, y va de pie en un coche que sigue a otro con la Virgen de la parroquia atada en el techo. Son los nuevos tiempos del rezo en Portugal, donde los curas tiran de ingenio para que el virus no acabe con la fe.

Una tarea que se ha hecho esencial durante esta Semana Santa de reclusión, no espiritual sino sanitaria, en Portugal, un país en el que alrededor del 80 % de la población se declara católica.

Llevar a todos el rezo y acompañarles mientras el coronavirus golpea el ánimo y dispara la incertidumbre, con cerca de 400 muertos y más de 13.000 contagiados, ha sido entendido por muchos religiosos como el más urgente de sus deberes, que cumplen apoyados en nuevos amigos: Zoom, Skype, Facebook y Whatsapp.

Animado por ellos, el padre Nuno organizó una procesión «casera» en Oeiras, a las afueras de Lisboa, donde trabaja desde hace doce años.

Acostumbrado a ver cada fin de semana a unos 1.000 fieles en la parroquia de Nova Oeiras, el sacerdote sostiene a Efe que al enfrentar el templo vacío se sintió impelido a salir «en misión».

DE MISIÓN EN UN SMART

«Conozco a las personas, conozco más o menos sus necesidades, sus dificultades, sus vidas, sus familias, y sé que hay muchas personas, sobre todo ancianos, que están muy solos, y sentí todo el tiempo la necesidad de llevar una palabra de esperanza», cuenta.

Ayudado por parroquianos, ató la imagen de «Nossa Senhora» -siempre una reproducción de la Virgen de Fátima- al techo de un coche al que decidió seguir en un pequeño Smart blanco, de pie sobresaliendo a través del techo abierto y bendiciendo a los vecinos con guantes, mascarilla y micrófono, desatando aplausos desde las ventanas.

La procesión se hizo viral y acabó en los telediarios para sorpresa del padre Nuno, estupefacto al reparar, por primera vez al verse, en otro detalle: el Smart en el que se desplazaba era inquietantemente parecido al papamóvil.

«¡Puede que el papa Francisco me llame!», bromea divertido con la coincidencia.

El padre Nuno estuvo tres horas en la calle rezando con los vecinos, y si no se quedó más, asevera, fue por problemas de agenda: «tenía una eucaristía que retransmitir por internet y por tanto tenia un horario que cumplir»..

«Fue muy bonito», concluye. El sacerdote destaca que «las personas sintieron que la iglesia no estaba cerrada, y que la Iglesia no les ha dejado».

«Creo que ese ha sido mi cuidado y nuestra preocupación: mostrar que la Iglesia esta próxima a las personas, a las que no olvida, aunque las puertas de los templos estén cerradas», afirma.

FE EN LAS REDES

Con el padre Nuno comparte inquietudes el padre António Martins, que atiende a varias parroquias de Guarda, en el centro de Portugal, donde la fe es más intensa y las ausencias de feligreses impactan más.

«Cuando celebraba en una iglesia vacía me sentía muy triste. Me costaba de verdad celebrar en una iglesia donde parecía que solo estaba acompañado por las paredes, aunque hubiese imágenes», recuerda el religioso a Efe.

El padre António oficia en cinco iglesias de la zona, donde la asistencia suele rondar el 70 %, asegura. El porcentaje se traduce en hasta 200 personas si el templo es de cierta envergadura, o apenas 40 en los lugares más modestos.

Grande o pequeño, solo encontró bancos vacíos que le dejaron desolado. «Falta el conforto, falta la compañía humana, faltan nuestros amigos, las personas con quienes rezamos y rezan con nosotros», reflexiona.

Así que pidió a los parroquianos que le enviaran sus fotos y las pegó en los asientos, poniendo cuidado de respetar los lugares que habitualmente ocupan en la iglesia de la aldea de Gonçalo.

«Ellos están contentos por estar, y creo que más contento estoy yo porque puedo visualizarlos de alguna manera. Voy pasando por los bancos y voy viendo aquellas fotografías y aquellas caras», dice el sacerdote, que se graba en «falso directo» y después retransmite la misa en Youtube.

El padre António no ha perdido el buen humor pese a enfrentar baja calidad de internet, problemas con el «streaming» y profundizar a marchas forzadas sus conocimientos de Facebook y Youtube, donde ya tiene un canal.

«Siempre fui curioso», comenta el párroco, que también exprime Whatsapp con un grupo en el que tiene 600 personas pero en que, explica sin disimular alivio, escribe solo él para no provocar un torrente de información entre los fieles, a los que mantiene así actualizados.

«Les voy avisando, les digo: el ‘link’ estará disponible a tal hora. Y ellos van acompañando de la mejor manera posible», cuenta este religioso, que siente que las fotos ayudan a todos.

«Es una manera de no perder la esperanza. Quizá lo necesitaba yo más que los propios parroquianos. Necesitaba mirarlos y decirles que todo va a estar bien, que volveremos a encontrarnos», afirma.

Además, ha conseguido involucrar a los jóvenes, tradicionalmente más alejados del templo.

«Hemos pedido a quien pueda usar estos medios que enseñe a los otros. Sé que en las residencias, por ejemplo, las ‘tablets’ van pasando de mano en mano y la gente va viendo, y sé que algunos jóvenes que incluso a lo mejor dicen que no quieren ir a misa en días normales ahora les gusta llevar la ‘tablet’ a la abuela o a la madre para que vea la celebración», cuenta.

Su lema es «nadie se queda atrás», y mientras, se adapta como puede, como hace el padre Nuno. Ambos atienden también una petición de los creyentes que se repite en grandes ciudades y pueblos.

«Lo que siento de forma más generalizada es el miedo, miedo de qué va a venir después. Cómo va a ser el futuro, cómo vamos a enfrentar esto», comenta el sacerdote de Oeiras.

Una nueva travesía por el desierto.

Cynthia de Benito

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