Venecia (Italia), (EFE).- El chileno Fernando Guzzoni viajó al Festival de Venecia para estrenar su película «Blanquita», una crítica a la impunidad en su país que resuena especialmente en la víspera del plebiscito sobre una nueva Constitución que entierre la de la dictadura: «Ojalá podamos celebrar su aprobación», auguró hoy en una entrevista con Efe.
«Espero que sea aprobada porque lo que devino en ese proceso fue una crisis social de una envergadura que no habíamos visto, con muertes y violaciones a los Derechos Humanos, un proceso que merece terminar con una nueva relación entre los ciudadanos y el poder y la redistribución de ese poder en la sociedad», sostuvo en Venecia.
Guzzoni (Santiago de Chile, 1983) compite en la sección «Horizontes», dedicada a las nuevas vanguardias, con esta revisión con «dosis de ficción» de un caso de pederastia entre políticos y empresarios que conmocionó al país andino hace casi dos décadas.
Blanca (Laura López Cambell) es una adolescente que vive en una casa de acogida y que termina siendo la testigo clave de un escándalo de abusos de menores entre hombres poderosos, aunque la verdad se va enmarañando a medida que avanza la investigación.
Para recrearlo, Guzzoni emprendió una investigación «larga» zambulléndose durante año y medio en artículos de prensa de la época, en expedientes judiciales y entrevistando a algunos de las personas involucradas para ahondar en todos los ángulos del caso.
El papel de la joven, en palabras del director, es «una primera impugnación al poder» que llega desde de los «bajos de la sociedad» para poner en jaque esa red de abuso infantil.
«En el fondo la película habla de esa violencia estructural de las instituciones, de la justicia, de la asimetría del poder, y también interroga elementos muy coyunturales sobre cómo las sociedades contemporáneas construyen sujetos de primera y segunda categoría y de cómo pareciera que hay un sesgo de género y clase en la manera en que operan las instituciones», explicó.
Por eso, la protagonista, denunciando los abusos que sufrió, se convierte en una «heroína», en la «voz de los sin voz» que «puso en vilo a toda esa cúpula de poder y su estructura transversal que generalmente opera desde la impunidad».
Porque en realidad eso es lo que plantea la película, el modo en que «los distintos dispositivos del poder generan una suerte de ejercicio de impunidad para preservar precisamente su estatus», subrayó el cineasta chileno.
Aunque el escándalo emergió en el lejano 2003, Guzzoni ha optado por ambientarlo en un tiempo más contemporáneo y de este modo en la cinta resuenan los ecos de las protesta sociales de 2019 y de la lucha feminista que derivaron en el proceso constituyente.
«Quise instalar la idea de cómo esta revolución en curso, la cuarta ola feminista, había venido a impugnar el poder y a remover la institución», refirió, celebrando enseguida ese movimiento.
Guzzoni se encuentra en el Lido veneciano, donde cada año desde 1932 tiene lugar este prestigioso festival cinematográfico, pero se muestra pendiente del plebiscito en el que este domingo los chilenos decidirán si acogen la nueva Constitución, redactada paritariamente y con representantes indígenas, o mantienen la de la dictadura.
Fue «un proceso democrático y representativo sin precedentes» en Chile y, por ello, espera que la nueva Carta Magna sea aprobada.
En cualquier caso, augura el cineasta, «lo que viene ahora es una gran discusión en Chile que atraviese los movimientos sociales y las estructuras de poder orgánicas convencionales» y que combatan a unas élites, a su parecer, reacias al cambio.
«Hay que sentarse a la mesa porque hay una polarización evidente que sería una impostura no reconocer. Pero ojalá sea con el texto aprobado porque de lo contrario hay cuerpos y grupos emblemáticos que han buscado contener el poder, ser fuerzas contenedoras de transformaciones. Eso ha hecho históricamente la élite», advirtió.
Fernando Guzzoni ha debutado en el famoso certamen italiano con «Blanquita» después de pasar en los años anteriores por el festival de San Sebastián y el de Toronto con sus otros dos largometrajes, «Carne de perro» (2012) y «Jesús» (2016), respectivamente.
«Estoy muy contento por estar en un festival tan prestigioso y espero que sea una plataforma para poder compartir el mensaje de la película, para encontrar nuevos públicos y para que su distribución empiece a crecer. La verdad es que estoy muy feliz», termina.
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