Festival de San Sebastián
Festival de San Sebastián

Ana Burgueño

San Sebastián, (EFE).- La lluvia ha tenido este viernes tanto protagonismo como el jazz en la tercera jornada del 54 Festival de San Sebastián, que ha recibido a un Joshua Redman en plenitud y en el que el vigoroso proyecto de rock instrumental de Mopa Elliot se ha confirmado como una de las apuestas de riesgo de esta edición.

La plaza de la Trinidad no veía caer un incesante aguacero como el de esta noche desde que Cindy Lauper y Mavis Staples clausuraron la edición de 2011.

La recompensa para el sacrificado público ha venido esta vez de la mano de Redman y sus acompañantes. Su maravilloso concierto ha mantenido a toda la empapada audiencia bien pegada a los asientos, lo que ya no ha logrado después el grupo Unspeakable Garbage de Mopa Elliot, con cuya actuación se ha producido la desbandada.

Joshua Redman, inmenso, portentoso con el saxo, ha acudido a la plaza de la Parte Vieja con Ron Miles (trompeta), Scott Colley (contrabajo) y Dave King (batería), músicos con un gran rodaje encima que han funcionado con una tremenda solidez.

El saxofonista estadounidense, que en su anterior visita vino como invitado de The Bad Plus, ha presentado ahora «Still Dreaming», álbum inspirado en la banda Old and New Dreams que lideró su padre, Dewey Redman, entre 1976 y 1987, en la que también estaban Don Cherry, Charlie Haden y Ed Blackwell, todos ellos discípulos de Ornette Coleman.

Con «Blues for Charlie», dedicada a Haden, fallecido hace cinco años y maestro además de Scott Colley, ha comenzado la actuación, en la que también han rendido tributo a Don Cherry, y han interpretado «Walls and Bridges», de Redman padre, entre otros temas.

La conjunción Redman-Miles ha sido perfecta, muy bien sujetos además por la base rítmica. Toda una delicia que no ha dado para bises a causa de la lluvia, como se ha encargado de advertir el saxofonista, que ha expresado una y otra vez su admiración por el espectáculo del heroico público inmóvil, en un paisaje de chubasqueros idénticos, verdes y amarillos, que se ha encargado de repartir la organización.

«Soy amante de San Sebastián. Nunca en América pasaría esto», ha dicho el músico californiano, quien ha recordado que la primera vez que visitó el Jazzaldia fue en 1994. Tenía 25 años.

La enérgica salida al escenario de Unspeakable Garbage no ha logrado poner freno a los abandonos iniciados en el descanso, que han acabado dejando «la Trini» a menos de un cuarto de aforo.

Ganas le ha puesto la banda de Elliot, el bajista líder de Mostly Other People Do The Killing, que también está al frente de una banda de jazz -Advanzing On a Wild Pitch- y dirige además un grupo de baile.

Han tocado, porque les gusta, como ha remarcado el líder, temas pop y rock de los 80 y 90, y muy cañeros, recios, pesados, con mucho ruido también, porque asimismo les debe de gustar.

El que se hubiese merecido una mejor entrada en el Kursaal -ni por asomo se ha llenado como ayer para escuchar a Joe Jackson- es el quinteto escandinavo Atomic, formado en 2000 por músicos noruegos y suecos, y que ha regresado al Heineken Jazzaldia tras una década de ausencia después de la buenísima impresión que causaron entonces.

Ahora se han presentado junto a la Trondheim Jazz Orchestra, con una propuesta con la que se han mostrado hábilmente libres y juguetones.

Se han centrado en composiciones propias -todas salvo las de su último disco lo son- en las que han combinado los solos con eficaces conversaciones entre instrumentos, y réplicas de los tres saxos, muy discutidores ellos.

Ha habido tiempo para la melodía, para el «free» próximo a la música contemporánea, para el ritmo veloz de conjunto y, sobre todo, para el humor, con lo que han roto el tópico, si es que era necesario, de músicos fríos llegados de países gélidos. EFE

 

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