Laura Poitras
Laura Poitras

Venecia (italia), – La crisis de opiáceos es un creciente problema en EE. UU., agravado por la falta de atención médica primaria, una situación que repite lo que ocurrió con el sida en los ochenta. Esa es la tesis de Laura Poitras en su documental «All the Beauty and the Bloodshed», presentado este sábado en Venecia.
Un trabajo que compite por el León de Oro de la Mostra y que se centra en la figura de la fotógrafa Nan Goldin, que en los ochenta vio cómo muchos de sus amigos morían a causa del virus del sida y ahora vuelve a vivir el mismo drama por las sobredosis de opiáceos.
«Este filme es colaborativo en todos sus aspectos. Nan empezó a preparar un documental y a grabar las acciones que realizaban (con el grupo PAIN que lidera y que se centra en la lucha contra este problema), rodaron durante un año antes de invitarme a mí para unirme al proyecto», explicó Poitras en rueda de prensa.
El objetivo de Poitras y primeramente de Goldin es doble: por un lado sacar a la luz la tremenda crisis que se vive en Estados Unidos, donde casi medio millón de personas han muerto por sobredosis de opiáceos sin recibir la atención médica necesaria.
Y, por otro, hacer asumir su responsabilidad a la familia Sackler, propietarios de la compañía Purdue Pharma, productora del OxyContin, el opiáceo dominante en Estados Unidos.
Goldin ha utilizado sus contactos como artistas para presionar a los museos para que rechazaran las contribuciones económicas que los Sackler solían hacer. El primero en devolver una donación fue la National Portrait Gallery de Londres, como recuerda el documental.
Le siguieron otros como el MET, el Guggenheim, la TATE o el Louvre, que eliminaron las salas que llevaban el nombre de los Sackler debido a sus generosas donaciones para el mundo del arte.
«Conseguimos vencer a una de esas familias billonarias que han actuado con total impunidad», resaltó Goldin, que recordó que durante toda su vida su trabajo siempre se ha centrado en encontrar estigmas.
La sexualidad, la crisis de Sida, las enfermedades mentales, la crisis de opiáceos…todos son temas presentes en su trabajo fotográfico, caracterizado por imágenes realistas y desnudas.
«Mi objetivo es lograr que las personas que sufren estos problemas logren hablar de ellos y que se las escuche», señaló la artista, cuya vida recorre el documental de Poitras, que descubre así a una mujer más frágil de lo que parece, con una infancia marcada por unos extraños padres que de alguna manera empujaron al suicidio de su hermana y a ella la mandaron a un orfanato.
Desde muy joven entró en el mundo gay, de ahí que viviera todo el drama del sida en los ochenta. Y en los últimos años ha vuelto a revivir aquella época con las continuas sobredosis de opiáceos que han sufrido sus amigos.
Ella misma fue una adicta a los opiáceos durante siete años, tras una operación, como recuerda en el documental. Pero como tenía los medios para poder pagar su rehabilitación, logró salir de una situación en la que muchos de los afectados no reciben la menor ayuda.
«En Estados Unidos hay olas de crisis o epidemias porque hay un sistema por el que se pueden promocionar drogas que provocan adicción», denunció Poitras, ganadora de un Óscar al mejor documental por «Citizenfour», que realizó junto a Mathilde Bonnefo y Dirk Wilutzky.
El sistema sanitario, especialmente en la atención primaria, es cada vez peor y la gente sin medios no puede acceder a los cuidados que necesita.
«Aún hay 10 millones de personas en el mundo con sida», lamentó Goldin, que afirmó que «el estigma y la fobia contra el sida mató a mucha gente, a mi comunidad». Y, agregó: «no voy a permitir a otra comunidad morir».

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