París, (EFE).- El padre del neoplasticismo, Piet Mondrian, leyenda del arte abstracto gracias a sus pinturas geométricas de colores primarios, destacó antes en la pintura figurativa con obras poco conocidas que el Museo Marmottan Monet de París recoge ahora en una exposición.
Aunque de gran valor artístico, estas obras fueron olvidadas, sobre todo en sus primeras retrospectivas, en las que se prescindía de ellas por no estar enmarcadas en el movimiento pictórico que lideró Mondrian.
«Nunca opuso la figuración a la abstracción, en un mismo año pintó obras de ambas corrientes, aunque siempre sobre el mismo tema», explicó la comisaria de la exposición, Marianne Mathieu, durante la presentación de la misma.
La muestra redescubre esos primeros paisajes figurativos del pintor holandés gracias a la colección de su mayor admirador, Salomon Slijper, que se obsesionó con esa faceta de su obra y tras su muerte la cedió al Kunstmuseum de La Haya.
Slijper compraba estos lienzos por unos 100 euros de media, precio muy modesto para su valor, porque Mondrian (1872-1944) quería tener el dinero rápidamente, aunque «nunca vendió una de sus obras y nunca especuló con ellas», señaló Mathieu.
El artista realizó una transición paulatina desde sus primeros paisajes impresionistas, en los que ya empezó a hacer énfasis en las líneas horizontales y verticales, hasta sus míticas obras abstractas, en las que representaba el mundo sin perspectiva, plano.
Tanto en su faceta figurativa como en la cubista, el pintor se inspiraba siempre en la naturaleza aunque sin copiarla, sin embargo, cuando descubrió la abstracción, dentro de la que crea el neoplasticismo, se sumergió en la espiritualidad.
«Buscaba descomponer el objeto, por eso iba más allá de éste», contó Mathieu.
La mitad de las casi 70 obras de la muestra no habían sido expuestas en París y algunas de ellas se desplazan en esta ocasión por última vez dada su extrema fragilidad, como es el caso del icónico «Molino al sol».
La muestra, que estará expuesta hasta el 26 de enero de 2020, concluye con la que es probablemente la obra más célebre del holandés: sobre un fondo blanco una cuadrícula de trazos negros rellena con azul, rojo y amarillo. EFE